sábado, 9 de julio de 2011

Wicksell, Hayek, Keynes, Friedman: Whom should we follow?

Un poco de economía para este alicaído blog. Llegó a mis manos virtuales un paper de Axel Leijonhufvud hace unas semanas, que recién ahora pude terminar de leer tranquilo, darle una lectura integral y captar la idea del tipo.

El paper es sobre una charla en Marzo de 2009, en la que habla sobre la reciente crisis hipotecaria en E.U. y lo que tienen para decirnos al respecto los grandes economistas ya clásicos. La charla lleva el título del presente post. Sin embargo, el mismo autor hace un mea culpa en una parte y aclara que, para ser justos, debería haber incluido a Minsky en el título también, ya que toma un poco de él y hasta le dedica algunos párrafos.

Wicksell

Wicksell fue de los primeros en armar un modelo integral con equilibrios estocásticos o dinámicos. Es decir un modelo que "no tiende siempre al equilibrio". (siempre hablando respecto del precio). Pero sí creía que mediante política del Banco Central, podría haber siempre una tasa de interés natural que dejara fijo el precio. Ni inflación, ni deflación (bastante menos común). Lo que se llama inflation targeting.

Los múltiples equilibrios de Wicksell se daban porque el tipo se preguntaba qué podía pasar si en el límite los cocientes "monedas de oro respecto de billetes en papel" y "reservas de oro del Central respecto del circulante en poder del público" tendían ambos a cero. Su respuesta, dice Leijonhufvud, fue el modelo puro de crédito. Es decir, una moneda cuasi-no respaldada por nada.
Lo curioso es que el tipo se preguntaba esto cuando era MUY lejano que pasara, cuando los gobiernos tenían los monopolios de emisión de dinero y los derivados financieros casi ni existían. Hoy en día es mucho más útil el modelo de Wicksell porque estamos bastante más cerca del modelo de economía de puro crédito.

Entonces bien, Wicksell nos enseñó la inflation targeting. So, should we follow Wicksell? Not so fast... Leijonhufvud pone de ejemplo la salida de E.U. de la crisis de las ".com". En los años que siguieron a la explosión de las ".com", la FED fijó unas tasas de interés "X" que supuestamente hicieron que el nivel de precios no se moviera, o por lo menos así lo entendió la FED. Pero esto no fue así, sino que la tasa de interés permaneció inmóvil bastante baja (para salir de la crisis) sin que se moviera tampoco el nivel de precios, pero éste último estaba fijo porque el resto del mundo devaluaba gradualmente su tipo de cambio para mantenerse competitivo respecto de E.U. y sostener cada uno su superávit comercial.
Así, dice Leijonhufvud, la FED mantuvo tasas de interés demasiado bajas por muchos años, que provocaron luego la inflación en activos y el deterioro de las condiciones de calificación para un crédito, ambos factores determinantes para que se diera la crisis sub-prime.

Hayek vs Friedman

Estos dos economistas, sigue Axel, dicen haberse inspirado en Wicksell. La diferencia que se marca en el paper es que, tanto para Wicksell como para Friedman, los efectos de la política monetaria sobre los precios relativos y la asignación de recursos sería siempre transitoria, lo que ambos buscaban era una teoría sobre el control del nivel de precios. Sin embargo, Hayek (al igual que varios otros) centraba su teoría en el ciclo comercial, es decir pensaba desde la asignación de recursos.

Friedman, decíamos, toma la "tasa de interés natural" de Wicksell y la asimila a lo que para él sería la tasa de interés que se fije en el mercado financiero y se corresponda con la NAIRU (Non accelerating Inflation Rate of Unemployment) en el mercado de empleo. Es decir, también para Milton, existe una tasa de interés "natural" (más bien "estructural") que inmoviliza el nivel de precios y se corresponde con un nivel de desempleo dado. La diferencia, en realidad, está en que a esta altura se está de acuerdo que el nivel de precios se determina en el mercado de empleo, no en el de bienes. Por eso la aparición del factor empleo (que no introduce por primera vez Friedman) y no ya solamente la relación causal "tasa de interés - precio".

Vienna vs. Chicago

¿Qué sigue? A continuación, el autor explica un poco la teoría austríaca y qué tiene para enseñarnos.

Es importante arrancar entendiendo que para Hayek (exponente austríaco) efectivamente se tiende al equilibrio. Éste se alcanzará intertemporalmente, es decir se puede tardar unos años en que se ajusten la demanda doméstica por un lado y las estructuras de tiempo de la inversión en capital físico por otro, pero a eso se llega. Y se llega mediante el mercado, esto es lo importante. Para Hayek puede ocurrir que la tasa de interés nocivamente baja genere inflación y distorsiones en los incentivos a invertir, pero el mercado mismo derivará en un "bust" (ver "Boom and Bust"), un final que siempre resulta en colapso financiero. Y en el medio no hay nada que el gobierno pueda hacer para evitarlo ni alivianarlo, porque sólo generará más distorsiones. Lo que marca este colapso es un mercado sobre-regulado que confunde asignación de recursos, por lo tanto meter más mano sería seguir mal-asignando (Hayek habla de "malinvestment" durante el boom) y retrasar (solamente retrasar, pero más perjudicialmente) el quiebre.

Está claro que para esta escuela nunca es importante el malestar social que se genere porque la flexibilidad de salarios y el mercado decidan que mi salario va a ser bajísimo, o que ni siquiera llegue a tener empleo, ya que tendrán empleo tantas (y ciertas) personas como la economía permita. Leijonhufvud no deja de marcarlo.

Keynes

Leijonhufvud empieza Keynes aclarando que en realidad cómo se llegó a la crisis hipotecaria de E.U. tiene bastante poco que ver con lo que nos pueda decir Keynes de la generación de crisis. Pero sí el Lord nos puede enseñar bastante sobre equilibrio de mercados interdependientes y temas afines.

Para empezar, si el mercado fallaba en coordinar el ahorro con la inversión en un nivel de producto dado, la flexibilidad de salarios no nos llevaría al "pleno empleo". Ni ahora, ni en ningún momento. Esa es una diferencia vital con Friedman, cuya curva de Phillips vertical aseguraba, según él, la consecución de este objetivo.

Y segundo, que se pueden dar "fallas de demanda efectiva", es decir que no se esté consumiendo todo lo que se produce. La famosa refutación de la ley de Say. Esto, en situaciones normales, no produciría tantos problemas; después de todo fallas de coordinación hay en todas partes y en todo momento. El tema es que cuando se está saliendo de una crisis y hay trampa de liquidez, el efecto se potencia, dejando ociosa gran parte de la economía.

Minsky

Hyman Minsky tiene la gran particularidad de ver el modelo capitalista eternamente inestable debido a su sistema financiero. Tanto en Keynes como en Hayek, uno aprende que el sistema financiero puede amplificar efectos, pero siempre supeditado a los fenómenos que haya generado la economía real. Para Minsky, no. "La estabilidad lleva el germen de la inestabilidad", resume bien Leijonhufvud (con una idea bastante marxista).

El modelo de Minsky se aborda atendiendo los 3 principales agentes puros que él proponía: deudores libres (Hedge), especulativos y de tipo Ponzi. Los del primer tipo podían pagar sus deudas sin pasar sobresaltos gracias al cashflow que tenían. Los segundos pueden pagar parte de su deuda, pero lo que no pueden pagar necesitan refinanciarlo periódicamente. Y los de tercer tipo llevan el nombre en homenaje al esquema Ponzi de cashflow. Ponzi había sido un estafador por los años ´20 que le pagaba los (altísimos e inusuales) retornos a sus inversores con plata proveniente de futuras inversiones. De eso se trata el esquema Ponzi, destinado a cortarse en algún momento por necesitar siempre agrandar su volumen de inversiones. Este tipo de deudores sólo pueden seguir renegociando su deuda (sólo a eso pueden llegar) si sus activos van aumentando sus rendimientos. De lo contrario, se desploma su esquema y no pueden seguir pidiendo prestado para pagar lo que debían.

Minsky ve en la estabilidad (Hedge) la oportunidad para transformarse en especulativos y luego pasar a Ponzi. Por eso para él el sistema era siempre frágil.
Es en este sentido que Minsky sirve para entender por qué se llegó a la crisis hipotecaria en E.U.: los obligaciones de deuda iban creciendo globalmente período a período, sólo bajo la confianza que los paquetes de hipotecas que se obtenían se valorizarían y serían cobrados o vendidos.
Esta explicación, junto con la idea austríaca de tasas de interés demasiado bajas ya desarrollada, dice Leijonhufvud, conforman la base de la explicación de la crisis sub-prime.


Leverage dynamics

El autor pasa a explicar, luego, la dinámica de financiamiento de una sociedad. Qué pasa cuando está sobre-financiada y las maneras de solucionarlo.

Se empieza afirmando que el nivel de endeudamiento de varias entidades financieras juntas hace que esa economía tenga un alto riesgo de inestabilidad. Que muchas personas estén endeudadas quiere decir que hay muchas otras personas buscando una ganancia especulativa, más de las que el sistema (aún a la larga) puede dar. Por eso cuando a raíz de una crisis, como es el caso, una entidad se declara incobrable, las pérdidas también son millonarias. ¿Cómo se puede solucionar este tema?

Una primera solución es haciéndose de capital fresco. El asunto es quién te va a prestar capital para cubrir pérdidas (multimillonarias) que generó el directorio vigente de una empresa/banco. Por eso la evidencia dice que la única salida de este tipo es si proviene de un gobierno. Los famosos rescates millonarios a los bancos, que a pesar de su impopularidad siempre se terminan haciendo por resultar más perjudicial todavía que el banco no pueda hacer frente a sus deudas.

Una segunda vía es, lógicamente, vender activos para hacerse de ese capital. ¿Acá el problema cuál es? Que todos los bancos están intentando vender un mismo tipo de bien, los paquetitos hipotecarios, que además no tenían ya ninguna credibilidad. Así que el precio del bien baja, incluso hasta llevar a su deuda a representar un mayor porcentaje de su patrimonio neto, que se vio disminuido por la baja en los activos que tiene el banco. De ese círculo vicioso es que el gobierno de E.U., particularmente, estuvo intentando salvar durante varios meses a numerosos bancos.

Y una tercera alternativa es, también lógicamente, tratar de que egrese menos de lo que ingrese, de manera que tenga un remanente para pagar deuda. Pero acá el que sale dañado es el consumo y el intercambio comercial. Si muchos bancos a la vez operaran de esta manera, no habría crédito posible, ni para consumo ni para ninguna otra actividad. Se paralizaría bastante la economía. Pero además, si operaran de la misma manera los agentes no-financieros; es decir si todo el resto ahorráramos más de lo gastamos, por la Paradoja del Ahorro de Keynes en realidad acabaríamos ahorrando menos en cantidad (aunque más en porcentaje de nuestro sueldo, pero que ha sido reducido por frenarse la economía debido a nuestro ahorro). Y cuando esto ocurre también se paraliza la economía desde el otro lado, haciendo imposible que, ni el banco ni ningún deudor, tenga más posibilidades en un futuro de pagar su deuda.

La solución no pasó exclusivamente por una de estas tres vías, sino que se nutrió de todas ellas.

Keynes again

Y claro, ahora vuelve Keynes a la carga a avisar que si el precio de esos paquetes de hipotecas baja, también lo hará la producción de casas en general, empujando hacia abajo también la industria de producción de bienes de capital y el empleo en estas dos ramas juntas, por cierto bastante considerable.

Y a los que calificaron para la hipoteca, es decir los deudores en un principio, como obviamente no le bastará presentarse incobrables, no les quedará otra opción que gastar menos (bastante menos) de lo que les ingresa, porque a ellos nadie va a ir a rescatarlos ni tampoco tienen activos que vender.

¿Qué escenario se presenta, entonces? Una baja en inversión (en este caso, mayoritariamente inmuebles) y un alza en el intento de ahorro de economías domésticas. Un claro escenario keynesiano. Entonces... se pregunta Leijonhufvud, ¿Keynes sí podría explicar parte de esta crisis? Bueno, en el aspecto desarrollado, ya a la altura de la crisis desencadenada sí, pero de lo que omite hablar Keynes es de los balances, principalmente de los bancos. "And this is a balance sheet recession", sentencia el autor. En este aspecto yo personalmente no veo como un problema tan grave que Keynes no haya presentado el problema de esta manera, si no se trata de visiones contradictorias, o una omisión central. Más bien lo que el Lord plantea tranquilamente podría llevar a las conclusiones que desarrolla Leijonhufvud, pero este último prefiere marcar la falta, en la teoría de Keynes, del rol central de los balances de las instituciones financieras como un tema a revisar sistemáticamente. Después de todo, de no haber tenido problemas con sus balances, no había crisis, ni rescate, ni nada.

Así concluye Leijonhufvud su análisis de la crisis hipotecaria estadounidense. Advierte que es un fenómeno muy inestable y peligroso y que el mercado no ajustará sólo. En mis palabras y para terminar: las causas de la crisis vinieron por el lado austríaco-liberal Minskyiano; y las soluciones (como siempre...) fueron bastante keynesianas.

Muchas gracias por leer.

viernes, 22 de abril de 2011

Primer ensayo sobre la política

Me trae hoy a la pluma digital una nueva reflexión del sagaz e inteligentísimo José Pablo Feinmann, en el libro ya citado: "Peronismo, Filosofía política de una persistencia argentina".

El libro está lleno de pasajes muy actuales. De primera, apenas uno lo va leyendo piensa "a este libro le sobra la mitad del ídem". Es que José Pablo tiene una manera bastante particular de escribir, que es aggiornando toda su no-continuidad histórica con el para-relato que él crea pertinente. Y la verdad es que tiene un sentido de pertinencia bastante amplio...

Así, José nos tira sus 68 años encima, uno a uno, en cada pedacito de contexto que va agregando. Cuando nos cuenta la historia del peronismo, no la divide en períodos, no es lineal. De ahí lo de la "no-continuidad histórica". Si se quiere, la continuidad es diacrónica. Más desarrollando aspecto por aspecto, que con voluntad de totalizar, como le gustaría decir a él, tan sartreano.
El libro es un gran, gran relato. Paradójicamente, intenta abordar en su totalidad un aspecto conocidamente tan conflictivo, confuso y enmarañado como el peronismo, a sabiendas (y con la precaución de aclararlo de entrada) de que no podrá hacerlo sin cargarlo de la interpretación propia y subjetiva. Hasta quizá mutando la propia opinión a medida que pasan las páginas. "Escribir un libro es un viaje", propone.

La reflexión que motivó el presente, lo que tiene de interesante es que atraviesa bien por el medio al peronismo. Si no lo es directamente, forma parte de su núcleo. Se trata de la concepción de la política para Perón y para John William Cooke.

Feinmann contrapone las dos visiones de la política que tienen Perón y J. William Cooke, ese personaje (el más positivamente interesante para mí) que dio el peronismo.
"Perón tiene una concepción sumatoria de la política", arranca. Para él, hay que sumarlos a todos, siempre y cuando acaten al líder. Esa es la condición. Para Cooke, en cambio, la política es el arte de sumar a los propios. A Cooke lo incomoda muchísimo la indefinición ideológica del peronismo, causa, razón, a su entender, por la cual se convirtió en ese "gigante miope e invertebrado". En los 18 años de exilio del general, intercambiarán interesantísimas cartas, dice el autor; una lección política tras otra. Esos documentos son los que rescata tan fervientemente Feinmann, y expone en su libro casi como evidencia de su interpretación de los dichos de uno y otro.

En aquellos años y para un ideólogo de extrema izquierda como era Cooke, el horizonte era más que claro: el socialismo. Sin embargo, he aquí la cuestión central y razón por la cual me venía guardando la palabra. El peronismo pretendía ser un Movimiento. ¿Esto qué significaba? Que, justamente, Perón no quería excluir a nadie. "Si llego sólo con los buenos, llego con muy pocos". Más claro echale agua, Pocho.
Acá es donde Perón reemplaza la ideología por la conducción. Para Cooke, lo que unificaba al movimiento debía ser la ideología. Sin embargo, para Perón lo que unificaba al movimiento era la conducción, por supuesto, de él. Era él mismo. Lo dicho: cualquiera se podía sumar al peronismo mientras lo acatara a él. Así se forman las "instituciones" (en el sentido más amplio de la palabra) que terminan dependiendo de un líder carismático weberiano. Por eso es que cuando Perón no existe más, no está más al frente del movimiento, se desbarranca y potencia lo que ya venía ocurriendo: las luchas entre facciones por ver quién heredaba el poder, porque no podía haber jamás unidad ideológica, ni un rumbo medianamente claro que seguir.

Esa concepción en cierto sentido militar (nada raro) de Perón era lo que le molestaba a Cooke. Importaba más la disposición de las fuerzas (qué cantidad tuviera cada bando) que el pensamiento que las movilizara. De hecho, las masas no tenían por qué pensar. Él era el que decidía. E históricamente había sido así, el Estado de Bienestar les había dado lo que jamás hasta el momento habían pedido mediante la violencia. Nunca tuvieron que luchar por las conquistas durante el peronismo. Y es acá es donde Feinmann mecha otro concepto interesante, que es el cuestionamiento sobre cuál era la ideología de la clase peronista.

En última instancia, lo que reclama Cooke es eso: darle al peronismo la ideología de su clase; es decir (entiende él): el socialismo/marxismo. Ahora, es una muy buena pregunta la que se hace Feinmann. Que el pueblo peronista no fuera socialista no era culpa de los socialistas (algunos de los cuales, que tanto odiaban a Perón y cuyos intelectuales le "pegaban por izquierda"), sino mérito de Perón, que la vio primero e hizo su jugada. Hasta haciendo un razonamiento intra se puede decir que jamás Perón podía satisfacer ese pedido de Cooke. Y esto por el simple hecho de no ser él un marxista. No podía dar ese "giro a la izquierda" que quería el gordito Cooke, porque de esa manera dejaría de ser un movimiento, para pasar a ser un partido marxista. Jamás permitiría Perón tal cosa (¿3ra posición? ¿Les suena?)

Queda esquematizado así un movimiento de ideología policlasista. Esto era lo que no podía tolerar Cooke. Él quería hacer del peronismo un frente de lucha, y un frente de lucha puede tener composición policlasista, pero jamás compartir ese tipo de ideología, porque no existe tal, no existe la ideología "neutral". Así lo podía entender únicamente un burócrata. Llegamos, así, a la decepción de Cooke: entender que Perón tenía, efectivamente, alma e ideología de burócrata. Podríamos extendernos muchísimo en el tema, pero para ser breves, ¿qué es lo que caracterizaba a un burócrata de aquel momento? Bueno, Feinmann interpretará: negarse a hacer del peronismo un movimiento revolucionario. Al margen: según Evita, será aquel que se sirva de su cargo y no sirva con él a la Nación, en una definición mucho más pragmática.

Para cerrar, parece bastante sugestiva la comparación entre esa visión de la política para Perón; y la visión de la misma que tendrían sus organizaciones guerrilleras (o "formaciones especiales", como las llamaba cariñosamente el líder): FAP, FAR, ERP y especialmente Montoneros. Acá se tiene que incorporar inevitablemente el concepto de vanguardia. Y en este caso, la pregunta a hacerse sería quizá la más importante si entendemos a la política de la manera más radical posible: ¿dónde está la justificación de la violencia? A este respecto, cabría remitirnos nuevamente a don Cooke, que le dedica muy desenvuelta y profundamente unas líneas al tema. Es tema para otro posteo. Pero por el momento, sí sería interesante preguntarse si no habrá sido un poco esa visión de la política la que contribuyó a la cadena de sangre y terrorismo cruzado que fueron los ´70: creer que uno, por tener los dotes del conductor, no le debe lealtad a la voluntad del pueblo. Que uno es la vanguardia iluminada e interpreta, por sí sólo, por dónde pasa la revolución y en qué momento y en qué sentido es legítimo aplicar la violencia.

Gracias por leer y hasta la próxima.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Deben ser los gorilas, deben ser

Uno tiene un fetiche con ciertas palabras. Algunas no las puedo ni pronunciar, otras me da especial bronca que las bastardeen. Hay otras ya de tanto que las bastardearon, no me gusta usarlas porque ni se sabe ya qué significan. Si uno dice "caos", dice "crispación" (ojo, no KrisPasión) o "me cago en el puto castellano" se le viene a la mente TN y Clarín. Es inevitable. Hay palabras que, de esa manera, quedan asociadas a TAL interlocutor. O, para ser extremos, un nazi diciendo "Haga patria, mate un judío", probablemente no hable de la misma patria de la que habla el himno argentino. Y también es muy plausible que esta última patria tampoco sea la misma cuyo agravio tanto insomnio le causa a Marcos Aguinis. Sólo por dar algunos ejemplos.

Así, vemos que no es lo mismo un término a lo largo del tiempo, ni tampoco el mismo término en un momento pronunciado por distintas personas. Pero hay uno, hay un término en particular, que siempre me llamó la atención. Claro, como no podía ser de otra manera, tiene que ver con esa obsesión, o como prefiere más prudente José Pablo, esa persistencia de la política argentina. Es la palabra "gorila".

El término "gorila" nace de un programa de radio, "La revista dislocada", en la época del segundo peronismo. El programa era una sátira de la obra de teatro "Mogumbo" (o traducido, "Marabunta"), en la que un científico borracho iba en busca de un cementerio de gorilas en el medio de la selva. Y a cada ruido amenazante, repetía "Deben ser los gorilas, deben ser!".
Inclusive hay versiones que afirman que el término es adoptado por los mismos antiperonistas de la época en 1955, que necesitaban un cifrado para sus comunicaciones golpistas.

Como sea, y saliendo de la anécdota, lo importante es que de un tiempo a esta parte (!!!!!!!!!!!!!) el término fue mutando de significado. O, alternativamente (duplica), otra lectura podría decir que su significado se parió confuso. ¿Qué es un gorila?

Al fin y al cabo, el quid de la cuestión es ese. Qué significa ser gorila. Después de un par de idas y vueltas, Feinmann El Bueno comparte en su libro (gráficamente op. cit.) una definición de "gorila" que no le pertenece, y que él considera la más justa. La propuso Horacio González, actual titular de la Biblioteca Nacional, y es "gorila es el que piensa a partir de un prejuicio". Curiosamente, a mí me pareció también bastante acertada, útil, sintética. (Aclaración: aplicar la definición al caso, por supuesto, es decir: a todo lo tangente al análisis del peronismo. Quien simplemente crea que una rubia por ser rubia es tarada no necesariamente le cabrá el adjetivo. Se entiende?)

¿Y por qué digo curiosamente? Porque, volviendo al principio, "gorila" es de esas palabras que hoy en día me produce mucho odio escuchar en ciertos casos. Si uno recibiera las llaves del DeLorean directamente de las manos del Doc, junto con el carro en perfecto estado y una buena dosis de uranio libio enriquecido; y pudiera así viajar a 1950 y preguntarle a Evita qué era para ella un gorila, me animo a decir que la respuesta probablemente tuviera que ver con alguien que odiara a sus grasitas, a los cabecitas negras. En definitiva, alguien que se opusiera a la justicia social del peronismo, a su política social. A incluir al escalafón más bajo de la sociedad, a los trabajadores, a darles derechos y llegar a repartirles el 50% de la torta (PBI). Acá se ve claro la correspondencia con la definición de H. González: el "aluvión zoológico", la "Casa Tomada", el odio por ser de otra clase y ahora ser considerados. De este prejuicio se habla.

Ahora bien, yo no pretendo precisión semántica en cantitos militantes. Pero para ser sincero, tomando el más actual, "Che gorila, si la tocan a Cristina, qué kilombo se va a armar", ese cantito claramente no se circunscribe a la definición de 1950 de "gorila"; sino, mucho más probablemente, a todo aquel que "toque a Cristina". Para ser claros, el término hoy en día se usa mucho más laxamente para cualquiera que se oponga al gobierno de hoy, al de Cristina Fernández de Kirchner. No se nota mucha correspondencia con la definición de Horacio González, ¿no?

Decía, para ser sincero, siempre me hizo ruido, tanto en la esfera política como en otras, el significado de lo que un grupo de gente está cantando. Pero si de última quedara simplemente en el canto y luego hablando, digamos... "civilizadamente", cada persona pudiera discernir sanamente quién es un gorila de quien no lo es, no sería tanto problema. El asunto es que eso no pasa.
Se escucha a militantes, funcionarios e intelectuales acusar muy ligeramente de gorilas a quien pida de rodillas sincerar el INDEC, al que pida políticas de DDHH integrales sumadas a los ya llevados a cabo juicios a milicos (los cuales están muy bien), al que pida UN POCO menos de cinismo por parte del Estado, al que pida desmantelar las estructuras mafiosas aliadas al gobierno como la sindical, o la de la policía bonaerense, por nombrar sólo dos que se me vienen a al mente, y un largo etcétera ad-hoc.

Para cerrar e ir un poco más allá del horizonte del post, me parece que le vendría muy... MUY bien a la sociedad dejar atrás estos antagonismos estúpidos, que no llevan a nada y sólo aportan confusión a la discusión. No parece estar esto en mente del Gobierno Nacional ni su aparato de legitimación ideológica. Pero, vamos muchachos, let´s face it, peronismo-antiperonismo es una dicotomía que ya le queda grande a nuestra sociedad, una dicotomía que ya no es tal. Ni todos los discursivamente (no sólo partidariamente) opositores de hoy en día son (pro)golpistas como probablemente sí lo era la gran mayoría en 1955, ni el gobierno de hoy en día te empuja TANTO (ojo, dije tanto) a ser opositor como en aquella época.
Se tiene que cerrar la etapa del peronismo en la argentina como tal, borrar del mapa al PJ y formar nuevos partidos. ¿Por qué no un partido kirchnerista, si así lo quisiese la presidenta? (no me vengan con que "estrictamente, va por el FPV").

Ahora sí, concluyendo, creo que lo más sensato e inteligente sería abandonar estas categorías facilistas y acusadoras que no dicen nada, si realmente queremos enriquecer con el debate. Después de todo, no olvidemos lo importante del rol de las palabras y sus significados en torno a "lo político". Muchas gracias y hasta la próxima.

sábado, 8 de enero de 2011

Los Contadores

Quienes están medianamente al tanto de mi vida, saben que laburo en un estudio contable hace más de un año. Quienes están un poco más al tanto todavía, saben que tengo las bolas bastante llenas y que quiero encontrar otro laburo mejor para irme a la mierda.

También sabrá el público (!) que ingresé a la vida universitaria por el -mejor no adjetivar- camino de la Contaduría. Y que de hecho eso me valió prácticamente la pérdida de un cuatrimestre, al pasarme a Economía hace poco menos de un año, cambio con el cual he quedado tan conforme que ni siquiera sé cómo me había confundido tan fulero sobre mí mismo en un principio.

Esta introducción superyó-céntrica era para presentar fenómenos que se han dado a lo largo de este último casi año y medio de mi vida, para luego pasar a afirmar que el otro fenómeno, que describiremos a continuación y que los ha ido acompañando paralelamente es en su mayor parte causa de los primeros: mi percepción de los contadores.

Empecemos por aclarar que el post se trata de una generalización seguramente injusta y que tiene raíz en MI PROPIO jefe, que como bien dice el amigo anarcomunista, naturalmente le romperá las pelotas a sus empleados. Es su función.

Ahora sí: el asunto viene porque vengo desarrollando un odio naciente cada vez más desde adentro hacia los contadores, por la propia esencia de su práctica profesional. Posteé hace poco una frase que probablemente haya pasado desapercibida pero que para mí resume buena parte de lo que tengo en la cabeza hoy en día: llamar a clarín prensa independiente es tan gracioso como llamar a los contadores profesionales independientes. Para ser justos, cada tanto los contadores admiten que su función es proteger los intereses de su cliente (no así Clarín), como es sabido.

Mi problema no es ese, eso está perfecto. Son laburos. Pero la frase me permite expresar un odio profundo por las verdaderas causas del mismo. Lo que me perturba son básicamente dos cosas: el caretaje y la teeneización de la profesión. Pero si quieren démosle el beneficio de la duda al primero, que quizá dentro de 5 años me termino convenciendo de que es así en todos los laburos (no por eso me va a dejar de molestar ahora, es claro). Pasamos así al MEOLLO de la cuestión.

La "teeneización de la profesión" es, como lo marca el nombre y a modo de síntesis, la constante queja por políticas de gobierno/burocracia/lo-que-mierda-fuere-proveniente-del-ámbito-estatal que "entorpecen" la práctica profesional. Un contador se queja porque la AFIP le releva empleados a un cliente suyo que los tenía la mitad de la jornada en negro. ¿QUÉ HAY MÁS HIJO DE PUTA QUE ESO? Se queja porque le enganchan un departamento no declarado a un cliente que VOMITA PLATA y tiene que pagar $10.000 de multa, de una semana para la otra. Claro, "lo único que quieren estos tipos es recaudar".

Un contador se queja porque la nueva DDJJ de Monotributo sirve para ver si no se están vendiendo facturas para deducir del Impuesto a las Ganancias (ilegal, aclaro). "Estos tipos están avasallándonos". Se queja porque "el cliente no colabora, el Estado te exige, te exige, te exige, y nosotros......................... en el medio". Aaaaaahí está su preferida: la victimización. "Unos tienen una desorganización digna de Tanzania y el otro te exige como si estuvieras en Suiza". Siempre, el contador va a estar siempre en el medio.

Un contador lee La Nación. Un contador soslaya los 7 años seguidos de crecimiento que lo tapan de laburo y se centra en la inflación (discusión a parte), que le come los honorarios como a todo el mundo.

¿Se nota la esencia inevitablemente neoliberal de esto? A un contador no le conviene más Estado, le conviene siempre menos. El Estado entorpece su función. Quiere seguridad jurídica (obvio, como todos). Y para eso pide fortalecimiento de las instituciones. Ah, pero claro, que mientras se fortalecen no nos hinchen las pelotas, che! ¿Qué mierda es el fortalecimiento de las instituciones? Que me conteste un contador, por favor. ¿Con qué se paga ese fortalecimiento, con porotos? ¿Para qué sirve, para disminuir la elusión y la evasión (por ejemplo), o para alivianar las obligaciones de las empresas? Hay un doble discurso medio raro ahí.

Aclaro de nuevo, finalmente, que mi problema es con la práctica profesional de algunos contadores. No son todos, ni tampoco tengo nada contra la disciplina, tan necesaria. Lo que me taladra la cabeza es tener que escuchar 9 horas por día "qué tiene de Simplificado el Monotributo?" ¿Qué pretendías, que te dejaran evadir como se te cantara el orto?

El Estado es Nación. Al Estado hay que, primero mejorarlo, pero también agrandarlo. Que crezcan las empresas da plata (a sus dueños) y en el mejor de los casos, también trabajo. Pero que crezca el Estado (de nuevo, y se mejore) es un paso necesario para agrandar el país. Y mientras la presión estatal no sea contraproducente, esto es, que genere a las empresas "más perdidas" que "los beneficios" dados por el crecimiento, algo que NADIE PUEDE AFIRMAR QUE ESTÉ PASANDO HOY EN DÍA, simplemente abogar porque "el Estado no nos rompa las pelotas" es de hijo de puta, neoliberal... o de contador.