viernes, 22 de abril de 2011

Primer ensayo sobre la política

Me trae hoy a la pluma digital una nueva reflexión del sagaz e inteligentísimo José Pablo Feinmann, en el libro ya citado: "Peronismo, Filosofía política de una persistencia argentina".

El libro está lleno de pasajes muy actuales. De primera, apenas uno lo va leyendo piensa "a este libro le sobra la mitad del ídem". Es que José Pablo tiene una manera bastante particular de escribir, que es aggiornando toda su no-continuidad histórica con el para-relato que él crea pertinente. Y la verdad es que tiene un sentido de pertinencia bastante amplio...

Así, José nos tira sus 68 años encima, uno a uno, en cada pedacito de contexto que va agregando. Cuando nos cuenta la historia del peronismo, no la divide en períodos, no es lineal. De ahí lo de la "no-continuidad histórica". Si se quiere, la continuidad es diacrónica. Más desarrollando aspecto por aspecto, que con voluntad de totalizar, como le gustaría decir a él, tan sartreano.
El libro es un gran, gran relato. Paradójicamente, intenta abordar en su totalidad un aspecto conocidamente tan conflictivo, confuso y enmarañado como el peronismo, a sabiendas (y con la precaución de aclararlo de entrada) de que no podrá hacerlo sin cargarlo de la interpretación propia y subjetiva. Hasta quizá mutando la propia opinión a medida que pasan las páginas. "Escribir un libro es un viaje", propone.

La reflexión que motivó el presente, lo que tiene de interesante es que atraviesa bien por el medio al peronismo. Si no lo es directamente, forma parte de su núcleo. Se trata de la concepción de la política para Perón y para John William Cooke.

Feinmann contrapone las dos visiones de la política que tienen Perón y J. William Cooke, ese personaje (el más positivamente interesante para mí) que dio el peronismo.
"Perón tiene una concepción sumatoria de la política", arranca. Para él, hay que sumarlos a todos, siempre y cuando acaten al líder. Esa es la condición. Para Cooke, en cambio, la política es el arte de sumar a los propios. A Cooke lo incomoda muchísimo la indefinición ideológica del peronismo, causa, razón, a su entender, por la cual se convirtió en ese "gigante miope e invertebrado". En los 18 años de exilio del general, intercambiarán interesantísimas cartas, dice el autor; una lección política tras otra. Esos documentos son los que rescata tan fervientemente Feinmann, y expone en su libro casi como evidencia de su interpretación de los dichos de uno y otro.

En aquellos años y para un ideólogo de extrema izquierda como era Cooke, el horizonte era más que claro: el socialismo. Sin embargo, he aquí la cuestión central y razón por la cual me venía guardando la palabra. El peronismo pretendía ser un Movimiento. ¿Esto qué significaba? Que, justamente, Perón no quería excluir a nadie. "Si llego sólo con los buenos, llego con muy pocos". Más claro echale agua, Pocho.
Acá es donde Perón reemplaza la ideología por la conducción. Para Cooke, lo que unificaba al movimiento debía ser la ideología. Sin embargo, para Perón lo que unificaba al movimiento era la conducción, por supuesto, de él. Era él mismo. Lo dicho: cualquiera se podía sumar al peronismo mientras lo acatara a él. Así se forman las "instituciones" (en el sentido más amplio de la palabra) que terminan dependiendo de un líder carismático weberiano. Por eso es que cuando Perón no existe más, no está más al frente del movimiento, se desbarranca y potencia lo que ya venía ocurriendo: las luchas entre facciones por ver quién heredaba el poder, porque no podía haber jamás unidad ideológica, ni un rumbo medianamente claro que seguir.

Esa concepción en cierto sentido militar (nada raro) de Perón era lo que le molestaba a Cooke. Importaba más la disposición de las fuerzas (qué cantidad tuviera cada bando) que el pensamiento que las movilizara. De hecho, las masas no tenían por qué pensar. Él era el que decidía. E históricamente había sido así, el Estado de Bienestar les había dado lo que jamás hasta el momento habían pedido mediante la violencia. Nunca tuvieron que luchar por las conquistas durante el peronismo. Y es acá es donde Feinmann mecha otro concepto interesante, que es el cuestionamiento sobre cuál era la ideología de la clase peronista.

En última instancia, lo que reclama Cooke es eso: darle al peronismo la ideología de su clase; es decir (entiende él): el socialismo/marxismo. Ahora, es una muy buena pregunta la que se hace Feinmann. Que el pueblo peronista no fuera socialista no era culpa de los socialistas (algunos de los cuales, que tanto odiaban a Perón y cuyos intelectuales le "pegaban por izquierda"), sino mérito de Perón, que la vio primero e hizo su jugada. Hasta haciendo un razonamiento intra se puede decir que jamás Perón podía satisfacer ese pedido de Cooke. Y esto por el simple hecho de no ser él un marxista. No podía dar ese "giro a la izquierda" que quería el gordito Cooke, porque de esa manera dejaría de ser un movimiento, para pasar a ser un partido marxista. Jamás permitiría Perón tal cosa (¿3ra posición? ¿Les suena?)

Queda esquematizado así un movimiento de ideología policlasista. Esto era lo que no podía tolerar Cooke. Él quería hacer del peronismo un frente de lucha, y un frente de lucha puede tener composición policlasista, pero jamás compartir ese tipo de ideología, porque no existe tal, no existe la ideología "neutral". Así lo podía entender únicamente un burócrata. Llegamos, así, a la decepción de Cooke: entender que Perón tenía, efectivamente, alma e ideología de burócrata. Podríamos extendernos muchísimo en el tema, pero para ser breves, ¿qué es lo que caracterizaba a un burócrata de aquel momento? Bueno, Feinmann interpretará: negarse a hacer del peronismo un movimiento revolucionario. Al margen: según Evita, será aquel que se sirva de su cargo y no sirva con él a la Nación, en una definición mucho más pragmática.

Para cerrar, parece bastante sugestiva la comparación entre esa visión de la política para Perón; y la visión de la misma que tendrían sus organizaciones guerrilleras (o "formaciones especiales", como las llamaba cariñosamente el líder): FAP, FAR, ERP y especialmente Montoneros. Acá se tiene que incorporar inevitablemente el concepto de vanguardia. Y en este caso, la pregunta a hacerse sería quizá la más importante si entendemos a la política de la manera más radical posible: ¿dónde está la justificación de la violencia? A este respecto, cabría remitirnos nuevamente a don Cooke, que le dedica muy desenvuelta y profundamente unas líneas al tema. Es tema para otro posteo. Pero por el momento, sí sería interesante preguntarse si no habrá sido un poco esa visión de la política la que contribuyó a la cadena de sangre y terrorismo cruzado que fueron los ´70: creer que uno, por tener los dotes del conductor, no le debe lealtad a la voluntad del pueblo. Que uno es la vanguardia iluminada e interpreta, por sí sólo, por dónde pasa la revolución y en qué momento y en qué sentido es legítimo aplicar la violencia.

Gracias por leer y hasta la próxima.

1 comentario:

  1. Muy dinámica la lectura y la propuesta.
    La ubicación en la situación latinoamericana le daria otra lectura. Pensa lo que le está pasando a Dilma en Brasil.

    Espero que la sigas.

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